miércoles, diciembre 15, 2010

ESCRIBIR POR NO CALLAR

Escribir por escribir y no decir nada, no es bueno, no es ni siquiera higiénico para la mente. Escribir de lo que uno piensa y de lo que uno hace, es muchas veces aburrido, pero escribir sin tener nada que decir es bastante malo, al menos a mi me lo parece.
Es como cuando uno
tiene que mantener una cuotas de mercado o de ventas para sustentar una verdad que se cae como castillo de naipes ante el soplo de aire fresco aportado por cualquiera que solo tenga algo de razón.
De todas formas algunas veces se me hace bastante complicado enlazar las palabras adecuadas sin entrar en derroteros que no me conduzcan a ningún lado, debe ser cosas de la edad por un lado y que seguramente se me esté pegando algo de toda esa literatura libre que navega en las diferentes bitácoras que hablan de nuestro baloncesto, con sabor rancio,
algunas veces, por problemas viejos que no tienen solución porque seguramente no sean tan problemas como algunos los ven y otros con aire fresco que alimentan y ayudan a los espíritus más libres y dinámicos que vuelan por estos lares en los que se mezcla el caucho y el cuero del balón con otros aromas muy diferentes como ese, un tanto ácido y hormonal que aspiras, por ejemplo, cuando estás cerca de la pista auxiliar del Palacio de Deportes, el fuerte y contundente del spray milagroso que todos conocemos por el su nombre comercial y que esconde el típico analgésico y antiinflamatorio que es mano de santo para golpes.

Esto es, sin ninguna duda, lo mejor. Escribir sin hacer daño y sin acordarse de falsas promesas y no pensando en devolver las viejas cartas de amor, escribir porque si, porque a uno le da la gana y además siente la vieja ilusión de compartir con los demás esos sentimientos que por si mismos no tienen nada que ver, muchas veces, con el baloncesto.
El baloncesto, en mi caso, ha servido durante más de cuarenta años, se dice pronto, como una escuela de conocer gente, compartir, hacer muchas amistades y algunas, pocas, enemistades, que sirven para ir recordando situaciones, momentos, espacios, personas, personajes, lugares, viajes, fiestas e incluso oscuros y sombríos pasajes llenos de melancolía por la juventud que se pierde y por las canas que peinas. Es ley de vida. De una vida consagrada a un deporte al que he amado con tanta pasión que no me dejó ver con la claridad necesaria el momento de la toma de las decisiones que han marcado el rumbo de mi vida hasta este momento, seguramente éste sea el problema de amar en un grado que llegas a perder la perspectiva real de las cosas, aunque el camino se anda porque uno quiere recorrerlo y nadie ni nada te condiciona al hacerlo, por eso no me arrepiento de casi nada, de lo bueno por bueno y de lo malo porque luego me llevó a cosas mejores o me enseñó a buscar soluciones que no conocía.

Ahora llegan momentos de felicidad y de familia, mezclados en estos tiempos de crisis amarga y dura que condicionan nuestras vidas hasta unos límites insospechados, son los que tenemos y los que nos toca vivir, no podemos estar pensando eternamente lo bien que vivíamos antes, es el tiempo de estar con la familia y con los amigos, compartir emociones y sensaciones, sentir la brisa fresca de la mañana, olvidarnos de rencillas estúpidas que no nos conducen a ningún sitio, hacer de tripas corazón en muchos aspectos y no comerciales precisamente, esos me interesan poco, ponernos unos objetivos claros que podamos alcanzar y luchar a brazo partido por conseguirlos. Tratar de no hacer caso a inquinas y rencores con sabor a viejas venganzas de películas en blanco y negro es una tarea ardua y difícil, pero es lo mejor para todos, al menos eso es lo que pienso.
Esta semana, una más, nos conducirá irremediablemente hacia un nuevo fin de semana, nuevas alegrías o nuevas tristezas, algunas deportivas, vaya usted a saber, pero el camino hay que seguirlo y en cada paso tratar de ser consecuente con uno mismo, el resto viene por añadidura, seguro. Baloncesto más arriba, sofá y televisión, baloncesto más abajo, pista, zapatillas y silbato, es lo que toca para afrontar la semana de la Navidad, con algunos días de vacaciones, viaje a Madrid, entrenamientos de la selección cadete y de los otros grupos en su recta final de preparación y luego Nochebuena, Navidad y 54 años en el lomo, que se dice pronto.
Aprovecho para mandar un abrazo fuerte a Juan Carlos García, Basketmaniaco, él sabe el porqué y con eso es más que suficiente.

Esta entrada termina con música, como no, de un grupo murciano que ha roto las listas de ventas este año y se ha metido por méritos propios entre los grupos más oídos del momento. Maldita Nerea, hace muy pocos días fueron los grandes triunfadores de la V edición de los premios de los 40 Principales donde recibieron varios premios. Esta canción, Tu mirada me hace grande, es su canción del año.

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