Durante muchos años de carrera en el baloncesto, profesional y de formación, he tenido relación con muchos jugadores, árbitros y entrenadores, ayer sábado en Lorca y con motivo del Clinic para entrenadores de la Ameba, hablaba con Oscar Quintana y sin saber él muy bien mi relación con Tirso Lorente, me contaba que la noche del viernes había perdido su último partido, el que jugaba contra esa enfermedad que a todos nos toca de alguna manera, y que definitivamente había podido con Tirso tras un par de años de lucha a brazo partido. Cuando me lo contaba se me ponía la piel de gallina y me acordaba de todas las situaciones personales y deportivas que había compartido con el bueno de Tirso en muchísimos años. Tirso era un poco mayor que yo, él nació en febrero del 54 y yo en diciembre del 56, pero siempre hemos sido coetáneos en esto del baloncesto, incluso nuestros caminos se cruzaron muchas veces, primero en categorías inferiores, él era un alumno aventajado de Ignacio Pinedo, uno de los maestros del moderno baloncesto español, coincidimos cuando el entrenaba al junior del Canoe madrileño y yo estaba en mi Náutico tinerfeño.
Luego, algunas temporadas después, en la temporada del primer ascenso con el Juver de Murcia, él entrenaba al Cajamadrid, un equipazo de aquella liga en toda regla, y además de ser rivales en la liga nos enfrentamos en el All Star de aquella Primera B que por entonces se jugó en Huelva. Tras aquella experiencia que vivimos juntos en Huelva, coincidimos muchas veces y la casualidad quiso que mi última temporada en el baloncesto profesional con el CB Archena, él entrenaba al Real Madrid B, su club de siempre del que fue entrenador ayudante del primer equipo muchas veces.
Nunca le vi una mala cara conmigo y nos enfrentamos en muchos partidos duros y comprometidos, era antes que nada una excelente persona en todos los sentidos y además un entrenador del que nunca oí hablar mal a nadie, cosa bastante común en nuestra profesión, y del que sus jugadores siempre hablaban bien, entrené a muchos que habían pasado por sus manos y todos, absolutamente todos, guardaban siempre un gran recuerdo de él y eso en nuestra trabajo no es nada fácil. Estoy seguro que ahora descansa con los buenos, no tengo ninguna duda al respecto, peleó contra su enfermedad con orgullo y sin alejarse ningún momento del baloncesto, sabiendo además que no iba a ser fácil.
Un abrazo fuerte allá donde estés, seguro que siempre estarás con nosotros y nuestro baloncesto.
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